Proyecto

Fecha de inicio del Proyecto: 2005.

Problema objeto de la investigación: La probable relación biunívoca entre las transformaciones del medio natural y las del medio socio-cultural en el Suroeste de la península ibérica durante la Prehistoria Reciente, cuando la zona conoció al menos dos formaciones socio-políticas arcaicas complejas: una en el III milenio a. EC. (Calcolítico sur y occidental) y otra en la primera mitad del I milenio a. EC. (el reino de Tartessos). Deseamos contrastar esta relación y determinar en qué medida se produjo, de qué formas y con qué efectos a lo largo de esos tres mil años.

Justificación y objetivos:

Nacido originalmente (en 2005) para contrastar sobre el terreno la hipótesis de W. Wickboldt y R. W. Kühne acerca del poblamiento y desarrollo cultural en las marismas del Guadalquivir en la Prehistoria reciente, desde 2009 el Proyecto, de carácter interdisciplinar, tiene como temas inmediatos de estudio: (1) las transformaciones del litoral atlántico del suroeste de la península ibérica durante el Holoceno y (2) las manifestaciones culturales en el cuadrante suroccidental de la Península desde el periodo neolítico hasta la época romana, cuyos restos materiales sugieren al menos dos momentos de organización institucional relativamente compleja, uno en el III y el otro en el I milenio a. EC. La investigación se hace bajo el supuesto de que tales transformaciones y manifestaciones estuvieron relacionadas estrechamente entre sí.

Desde una perspectiva comparativa más general, en los campos de la paleo-geomorfología y la antropología política histórica, el Proyecto es de relevancia para una teoría o modelo sobre el origen y la dinámica estructural de la desigualdad social y el Estado en el devenir cultural de la humanidad: teoría ya asentada sobre casos comparables de la prehistoria e historia antigua de los países de Europa Occidental, la cuenca del Mediterráneo y el Próximo Oriente, así como de la etnohistoria y la arqueología de la América indígena.

Hasta la creación del Parque Nacional de Doñana en el Bajo Guadalquivir en la década de 1960, esta zona se sabía que había estado habitada durante siglos por una comunidad humana adaptada al aprovechamiento de los muchos recursos, fijos y semovientes, que facilitan el medio marismeño y el cercano litoral. A comienzos del siglo XX, la construcción del palacio de la Marismilla, próximo a la desembocadura del Guadalquivir, tuvo por efecto inesperado el descubrimiento de los restos de un poblamiento más antiguo aún: los del yacimiento arqueológico de El Cerro del Trigo, fechado en los siglos II a VI de nuestra era. Unos años más tarde, en la década de 1920, el arqueólogo anglo-francés George Bonsor y el filólogo alemán Adolf Schulten excavaron este yacimiento pensando que bajo los restos romanos hallarían los de la capital del reino de Tartessos. Aunque las excavaciones no dieron con la ciudad, pusieron de manifiesto un asentamiento notable en Doñana en el periodo romano y alentarían proyectos arqueológicos comparables sobre Tartessos en la cuenca baja del Guadalquivir. Además, el proyecto de Schulten y Bonsor reveló indicios de un poblamiento humano más remoto todavía, de la prehistoria, así como señales de una subsidencia general del terreno próximo a la desembocadura del río.

La hipótesis de Wickboldt y Kühne, publicada entre 2003 y 2006, puso de nuevo de actualidad el objetivo de Bonsor y Schulten, tras décadas en las que los estudios sobre Tartessos habían tenido otros objetivos y para otras zonas del suroeste de la Península, recurriendo para ello a la arqueología como fuente prácticamente exclusiva de información. Wickboldt y Kühne identificaron en imágenes de satélite de las marismas del Guadalquivir formas geométricas de gran extensión que interpretaron como las huellas dejadas por un yacimiento arqueológico de importancia: hipotéticamente el de la ciudad de Tartessos, a la luz de referencias de autores griegos y romanos sobre este antiguo reino peninsular que ya Schulten y Bonsor habían señalado. Para Wickboldt y Kühne, como para Schulten (aunque no para Bonsor), tales referencias serían equivalentes a las del filósofo Platón sobre el núcleo político y religioso de la isla o península de la Atlántida en sus diálogos Timeo y Critias, ya que unas y otras referencias, según estos investigadores, pertenecerían a tradiciones orales e historiográficas paralelas.

 

La hipótesis, de la que se hizo eco la prestigiosa revista británica Antiquity en 2004, fue recibida con escepticismo, cuando no con abierto rechazo, por la gran mayoría de los arqueólogos e historiadores familiarizados con Doñana; principalmente por la referencia en la hipótesis a la Atlántida —un tema muy controvertido ya de por sí— y por contradecir el modelo dominante entre esos mismos estudiosos sobre la formación de las marismas del Guadalquivir y el actual paisaje del Espacio Natural: un modelo uniformitarista en geología que se remonta a las investigaciones del alemán O. Jessen y el español Juan Gavala y Laborde en las décadas de 1920 y 1930. Según este modelo, la superficie de Doñana habría estado siempre inundada desde la transgresión máxima alcanzada por el océano Atlántico en el suroeste de la península ibérica (hará unos 6.000 años) hasta tiempos medievales, bien por formar parte del antiguo estuario del Guadalquivir, o bien de un gran lago o albufera: el llamado Lacus Ligustinus por el autor romano del siglo IV de nuestra era Rufo Festo Avieno.

Las investigaciones de Jessen y Gavala, sin embargo, son anteriores al conocimiento de las fluctuaciones climáticas durante el Holoceno (con sus efectos sobre el nivel del mar y sobre otros medios de alteración de la costa), a las dataciones por Carbono-14 y a la formulación de la Teoría de la Tectónica de Placas. Además, desde la década de 1970 los estudios de la evolución geológica del litoral del suroeste peninsular en el Cuaternario han revelado un dinámica compleja, y relativamente rápida, de variables interrelacionadas (erosión y sedimentación marina, aportaciones fluviales, topografía del terreno, presiones neo-tectónicas causantes de terremotos y tsunamis, etc.), con efectos de diversa duración. Estos nuevos datos han obligado a revisar y modificar sustancialmente el modelo uniformitarista.

Tales avances en geología —junto con la identificación de formas geométricas adicionales por el equipo del Proyecto Hinojos que sugieren restos arqueológicos en imágenes de la Marisma independientes de las examinadas por Wickboldt y Kühne— animaron a una contrastación preliminar de la hipótesis de estos dos investigadores sobre el terreno: una contrastación que permitiera descartar que estas formas obedecían a no otra razón que la cambiante geomorfología natural en el antiguo estuario del Guadalquivir, de acuerdo con el modelo de Jessen y Gavala. Esa primera fase del Proyecto Hinojos reveló restos arqueológicos en superficie y sedimentaciones anómalas en el subsuelo que indicaban que, contrariamente a lo contemplado en el modelo, buena parte del antiguo estuario pudo haber estado sobre el nivel del mar —como lo está hoy— en una o más épocas de la prehistoria desde el máximo de la transgresión del Océano. También se encontraron polen y otros restos microscópicos que indicaban una ocupación humana dedicada a la agricultura, la ganadería y el pastoreo en esas mismas épocas.

 

En una segunda fase, a partir de 2009, el Proyecto tuvo como objetivo la contrastación del propio modelo uniformitarista como explicación adecuada del proceso de formación de las marismas del Guadalquivir en el Holoceno. Los investigadores recurrieron en esta segunda fase a nuevas prospecciones de superficie y a un mayor número de sondeos geofísicos y exploraciones electromagnéticas del subsuelo, así como al estudio comparativo de más imágenes y mapas de la zona, análisis de polen adicionales y sondeos arqueológicos. Los resultados obtenidos son coherentes con los de las investigaciones geológicas anteriores mencionadas, así como con los de prospecciones arqueológicas de superficie practicadas al oeste del Espacio Natural de Doñana en la década de 1990 y con hallazgos de restos dispersos al interior del mismo de los períodos Neolítico y Calcolítico desde la década de 1920. Unos y otros resultados apuntan a una gran destrucción que tuvo lugar en la zona hacia el año 2000 a. EC, causada por un episodio cataclísmico de origen oceánico (un tsunami, probablemente). El efecto de este episodio, en combinación con una subsidencia notable del terreno, habría sido el soterramiento de los restos del poblamiento humano hasta ese momento y una extensa transgresión marina por todo el territorio del antiguo estuario del Guadalquivir, devolviendo el paisaje al aspecto que tuviera unos 2500 años antes, en el punto máximo de la transgresión del Atlántico en el Holoceno.

 

Aunque una destrucción así está contemplada en la hipótesis de Wickboldt y Kühne, los trabajos realizados permiten descartar una relación entre tal hecho y las formas geométricas en la Marisma de Hinojos que los dos investigadores alemanes advirtieron en las imágenes de satélite. Lo mismo cabe decir de las formas que los investigadores del Proyecto Hinojos identificaron a su vez en otras imágenes de satélite y en fotografías aéreas: formas que, paradójicamente, están en el origen de la hipótesis. Si bien estas figuras, o la mayoría de ellas, serían huellas de estructuras hechas por las gentes del entorno, datarían de no más allá de la época andalusí (712-1262 EC), de la que se sabe que buena parte de lo que es hoy Doñana se dedicaba a la ganadería y el pastoreo, como en la actualidad.

Dos nuevos cataclismos, con la consiguiente acentuación de la subsidencia del terreno, habrían afectado a la misma zona hacia los años 1550 y 1150 a. EC, respectivamente. El sucedido hacia 1150 a. EC, de magnitud comparable a la del acaecido hacia 2000 a. EC, habría puesto fin a un nuevo desarrollo cultural en Doñana: el de la Edad del Bronce Medio, tras una depresión demográfica y cultural durante casi todo el II milenio a. EC.

La subsidencia del terreno habría continuado, aunque a menor velocidad, hasta nuestra era, haciendo con el tiempo desaparecer bajo el nivel del mar a una superficie continental total estimada en unas 5000 hectáreas. En consecuencia, toda la geomorfología de Doñana que es hoy visible sería producto de la sedimentación de los últimos 2000 años como mucho. Al menos otros dos episodios oceánicos adicionales, uno en el siglo VI a. EC. y otro en el II o III EC, debieron de acelerar este proceso de subsidencia en esas fechas. En los últimos cinco mil años, el ciclo de episodios de transgresión marina rápida y muy violenta (probablemente tsunamis) habría durado, por tanto, entre 400 y 800 años. La subsidencia sostenida y la consiguiente pérdida de superficie terrestre sobre el nivel del mar debió de tener un impacto muy significativo sobre el poblamiento, su distribución en toda la baja cuenca del Guadalquivir y sus formas de organización.

De los resultados del Proyecto Hinojos se hizo eco el documental de la National Geographic Society de los EE. UU. Finding Atlantis, emitido en 2011. Este documental, si bien fruto de la colaboración de los directores del Proyecto con el arqueólogo norteamericano Richard Freund, de la Universidad de Hartford, no refleja fielmente, sin embargo, tales resultados, como tampoco las razones que justificaron el Proyecto.

En una tercera fase, desde 2020 hasta el presente, el Proyecto ha tenido por objeto principal la relación recíproca entre el medio natural y el orden humano o cultural en la baja cuenca del Guadalquivir durante el I milenio a. EC, espacio de tiempo que incluye históricamente el periodo de Tartessos, seguido del post-tartésico (o turdetano), el cartaginés y el romano republicano. Hasta ahora las actuaciones sobre el terreno han sido cuatro: (1) el estudio de la composición geológica de la flecha litoral de La Algaida, (2) el análisis de la sedimentación en ella y sus alrededores, (3) la reconstrucción de la red de cauces fluviales, lucios, malecones, lagunas, esteros y brazos mareales en la cuenca para el I milenio a. EC y (4) el cotejo del paisaje resultante con la información paleo-geográfica (natural y humana) ofrecida por autores de la Antigüedad.

La flecha litoral de La Algaida ha resultado estar poco afectada por el proceso de subsidencia de la cuenca iniciado ca. 2000 a. EC, al albergar, a pocos metros de profundidad de su superficie, un potente paleo-relieve del Plioceno y el Pleistoceno que es parte del borde superior de la serie de fallas que, por ese punto, marca el límite entre el sistema montañoso bético y el macizo hercínico de la Península. En el I milenio a. EC, alejado de la colmatación aluvial que se observa en el presente, la hoy flecha litoral fue una isla ubicada a poca distancia de la desembocadura del río Guadalquivir, que por ello dividía ésta en dos bocas. Queda por elucidar el impacto en esta isla y el doble estuario del río entonces del probable tsunami del siglo VI a. EC, cuyas huellas han sido detectadas en puntos más alejados de la cuenca baja, así como en la Bahía de Cádiz y en la ría de Huelva.

Tras la transgresión violenta del océano de ca. 1150 a. EC., el inicio de una nueva fase de progradación de la flecha litoral de Doñana y de nuevas aportaciones fluviales al relleno de la cuenca baja, así por el Guadalquivir como por ríos convergentes, tuvo como efecto a largo plazo una nueva configuración de la red de cauces fluviales, malecones, lucios, lagunas y caños mareales en la cuenca. El crecimiento de la progradación de la flecha de Doñana facilitó un estrechamiento de las bocas de salida del Guadalquivir y el aislamiento de la cuenca respecto del Océano; generando este proceso, impulsado además por la subsidencia sostenida de una buena parte de la cuenca, un embalsamiento, en forma de gran laguna costera, de las aportaciones fluviales.

Hacia mediados del I milenio a. EC, pero antes del tsunami del siglo VI, esta paleo-geografía, generada por la acción recíproca de los ríos, el Océano y la neo-tectónica activa en la zona, parece encajar en grado significativo con los testimonios escritos antiguos de la zona que han llegado hasta nosotros, en especial los contenidos en las obras de Pseudo-Escimno, Estrabón, Pomponio Mela, Plinio el Viejo y Avieno. En estos escritos se lee, por ejemplo, que el río Guadalquivir (llamado “Betis” entonces) tenía dos desembocaduras y ambas partían de “un gran lago” (llamado “Lacus Ligustinus” por Avieno) cercano a la costa.